Jesús Ibáñez señalaba que las zonas rurales son lugares por los que el capital no circula y no se acumula. Pierre Bourdieu a su vez hablaba de diferentes tipos de capital más allá del económico como el social, que determina entre otras cosas la red de contactos a la que tienes acceso y las herramientas aprendidas de las que dispones para acceder a ciertos recursos. Aplicado a la problemática de la despoblación las zonas rurales sufren un problema tanto económico como demográfico, es decir, son zonas que acumulan un capital económico y social poco relevante.
Desde este marco teórico la causa de la despoblación aragonesa del siglo XX se puede achacar al déficit de la industrialización en las comarcas. La ausencia histórica de una burguesía local pujante ha llevado a la desvertebración, relegando al territorio a un segundo plano. La excepción se encuentra en Zaragoza, que ha crecido alimentado por el resto de Aragón y por su situación geográfica entre las ciudades de Madrid y Barcelona.
La situación actual es consecuencia por lo tanto de la falta de un proyecto político propio que generase un territorio habitado y relevante. En cambio, la causa de la despoblación sobrepasa las fronteras aragonesas, situándose en la inequidad en la distribución territorial del capital, que como indicó Marx tiende hacía la acumulación en pocas manos. El proceso de acumulación de personas en las ciudades se puede observar desde esta óptica como la concentración de capital social en un espacio reducido.
Adrián Palacios, Vicente Pinilla y Luis Antonio Sáez señalan en el informe sobre despoblación realizado para el Justicia de Aragón, “lo que se despuebla no es una Comunidad Autónoma, ni siquiera una provincia, sino un pueblo, un lugar con identidad, más allá de su reconocimiento administrativo”. En nuestro caso Aragón se está quedando vacío, y al igual que nuestros pueblos también es un lugar con identidad. Una identidad fragmentada y desdibujada por la historia, pero que no es cerrada y puede adaptarse al siglo XXI.
A los aragoneses nos duelen nuestros pueblos y nuestras comarcas y por eso tenemos la oportunidad de poner en común nuestros recursos y analizar la realidad que vivimos para construir entre todos un proyecto propio. Reinventar una identidad inclusiva y diversa, que desde el arraigo al pueblo conecte en el compromiso con Aragón y que desde el arraigo con Aragón construya compromiso con el pueblo. En esta dirección podremos distribuir mejor la riqueza en el territorio, luchando así para recuperar población.
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